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¿QUÉ PAZ? (Mateo 5:9)

  • buscandoadiosps
  • 20 feb
  • 3 Min. de lectura

Epifanía (fragmento). Claire Mack.
Epifanía (fragmento). Claire Mack.

Aunque lo que escribo pueda acabar en libros o en la red donde otros al leerlo se hagan partícipes de la conversación de una, para mí, la escritura, más que un medio para transmitir ideas, es principalmente un lugar de sanación y de reflexión.

Hace algún tiempo, releyendo las bienaventuranzas (Mateo 5:3-12), me quedé, como siempre, sintiendo que tras cada una de ellas había un universo infinitamente mayor al que yo había logrado vislumbrar. Queriendo meditarlas, me propuse escribir breves historias que pudieran explicármelas mejor.

Hoy quisiera compartir contigo, amigo lector, una de ellas.



Bienaventurados los que trabajan por la paz,

porque ellos serán llamados hijos de Dios.


Mateo 5:9



Elena escuchó decir en la iglesia que Jesús nos dejó su paz. El pastor hizo también referencia a un versículo que ella no conocía, así que tomó nota para buscarlo en su Biblia al llegar a casa: Juan 14:27.

Como es normal, en casa le esperaba esa pila de trabajo acumulado que por más que te esmeres nunca parece mermar. A este, también como es costumbre, se añadieron las peleas de los niños y las exigencias del marido, todo lo cual desencadenó en el rutinario estrés que en su cima llevó a los acostumbrados gritos e insultos que sólo empeoraron la situación. Digamos que Elena estaba teniendo un día bastante normal.

Semanas después, en una poco común tarde que ella tildaría de pacífica, pues la familia no estaba en casa y ella decidió ignorar el trabajo por un par de horas, encontró en el fondo de su cartera aquella nota con el versículo del libro de Juan y decidió buscarlo.

Hablaba Jesús. Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo. Elena se preguntaba: ¿de qué paz habla Jesús cuando se refiere a su paz? ¿y cuál es la paz del mundo? Su natural curiosidad la llevó a buscar el diccionario, en él encontró siete definiciones para la palabra paz:

1. f. Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países.

2. f. Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamiento ni conflictos.

3. f. Acuerdo alcanzado entre las naciones por el que se pone fin a una guerra. U. t. en pl. con el mismo significado que en sing.

4. f. Ausencia de ruido o ajetreo en un lugar o en un momento.

5. f. Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud. Disfrutar de una paz profunda.

6. f. Rel. En el cristianismo, sentimiento de armonía interior que reciben de Dios los fieles. La paz descienda sobre vosotros.

7. f. Rel. En la misa, saludo que toda la asamblea se ofrece mutuamente como signo de paz y reconciliación.

Elena notó que las dos últimas definiciones eran acepciones religiosas, así que supuso que alguna de ellas hablaría de la paz de Jesús. Rápidamente desechó la séptima, a ella los rituales de la misa siempre le habían despertado bastante sospecha. Sin embargo, la sexta definición le pareció acertada, algo en ella le decía que a eso se refería Jesús cuando hablaba de su paz.

Entonces quiso comprobar si las otras cinco definiciones se referían a esa paz del mundo que Jesús mencionaba. Después de leerlas un par de veces notó la primera y más obvia diferencia: solo la sexta definición reconocía a Dios como la fuente de esa paz, y aunque era esta una verdad importante, Elena sentía que había otra diferencia crucial escondida tras las palabras. Todas las definiciones parecían hablar de conceptos beneficiosos, pero ella sabía que cuando Jesús se refería al mundo buscaba resaltar algo torcido.

De repente saltó a su vista, las primeras cinco definiciones hablaban de factores externos al hombre: luchas, enfrentamientos, guerras, ruido, conflictos; mientras que la paz de Jesús se refería únicamente a un estado interno del sujeto, que no parecía ser afectado por lo que sucediera externamente, quizá por eso decía Jesús: No se angustien ni tengan miedo.

Esta realización la sorprendió y en su mente intentaba entenderla. ¿Cómo puede alguien tener paz sin importar sus circunstancias?, se preguntaba, pero la gritería que anunciaba la llegada de la familia interrumpió su pensamiento y ella, en un suspiro, se dijo: se acabó la paz. De inmediato se dio cuenta de que su afirmación sólo hablaba de la paz imperfecta del mundo, la exterior, que la paz perfecta que Jesús le había dejado debía estar aún intacta en algún lugar dentro de ella.

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