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Como los profetas se reconocen entre sí,
si no admitís a uno de ellos es como si no admitierais a ninguno.
De hecho, es una sola luz que aparece a través de varias ventanas
y que nos llega a través de la persona de cada profeta.
Todas estas luces proceden de un único sol.
Rumi
Cada religión trae consigo una revelación, un secreto que se le ha confiado tras el encuentro con lo Divino. Cada revelación nos muestra algo del Absoluto, como si una ligera brisa levantara brevemente el velo permitiendo un atisbo de lo que hay tras él. Revelaciones que son páginas sueltas de una misma historia: la de Dios mostrándose a la humanidad. Páginas leídas por los profetas de cada tiempo para los oídos de todos.
Así, las religiones primitivas recibieron un mensaje que afirmaba a Dios como creador. Por ello, para estas, la naturaleza es sinónimo de sacralidad. No sólo ven a lo Divino como creador, sino que lo encuentran en su creación. Esta fue la revelación de Dios para los pueblos aborígenes, todo lo creado viene de Dios y es Dios.
Nuestra madre se ha abierto como flor,
vino de Tamoanchan.
La flor amarilla se ha abierto.
Ella, nuestra madre,
su cara pintada con la piel de muslo de la diosa,
vino de Tamoanchan.
La flor blanca se ha abierto,
Ella, nuestra madre,
su cara pintada con la piel de muslo de la diosa,
vino de Tomoanchan. (…)
¡Oh!, se ha convertido en dios,
al pie de la planta espinosa, nuestra madre,
Mariposa de Obsidiana.
¡Oh!, tú viste los nueve páramos,
con corazones de ciervo se nutre
nuestra madre, la diosa de la tierra. (…)
Convertida en ciervo te vieron en el páramo
aquel Xiuhnel y aquel Mimich. (1)
Cada religión trae consigo una revelación, un secreto que se le ha confiado tras el encuentro con lo Divino. Revelaciones que son páginas sueltas de una misma historia: la de Dios mostrándose a la humanidad.
A través del judaísmo la Divinidad convoca al sujeto para hacer con él una alianza. Dios se revela como dueño, liberador y protector. La experiencia del judaísmo habla de cuánto le pertenecemos a la Divinidad, nos enseña el vínculo sagrado convertido en pacto. Dios salva la distancia que lo separa del sujeto para susurrarle que él es Suyo.
Pero ahora así dice YIHWEH que te creó, oh Iaakov, y el que te formó, oh Israel: No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama encenderá sobre ti. Porque yo soy YIHWEH tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. (2)
A través del hinduismo, la Divinidad le revela al sujeto que él también es eterno pues en su centro habita lo sagrado. Dios se muestra dentro de él y lo invita a buscarlo, a hallar allí la paz que tanto anhela, a beber de su fuente, a dejarse llevar por su corriente. Gracias al hinduismo comprendemos que el ser que nos es dado es eterno y que nos convoca desde dentro.
Como la persona que deja a un lado los vestidos usados y se atavía con otros nuevos, así el espíritu deja a un lado su cuerpo mortal para revestirse de uno nuevo.
Las armas no hieren el espíritu, y el fuego no puede quemarlo. Ni las aguas lo mojan ni los vientos lo resecan.
Más allá del poder de la espada y el fuego; más allá del poder de las aguas y los vientos: el espíritu es eterno, omnipresente, invariable e inmutable, siempre Uno. (3)
Bajo el toldo cristiano, la revelación que la Divinidad le entrega al sujeto le muestra que Dios tiene rostro humano. Es el rostro del hermano que clama nuestra ayuda, el rostro de la pobreza que preferimos ignorar, ese es el rostro de la Divinidad. Dios se revela como hombre para decirnos que todo lo que hacemos al otro se lo hacemos a Él.
en el silencio, removidos del ruido que la religión imprime, escucharemos el resto de la historia susurrada por la Divinidad en nuestro pecho: una revelación personal de la cual habremos de ser custodios.
“Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; estuve desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a mí”.
Entonces los justos le responderán diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?”.
Y respondiendo el Rey les dirá: “De cierto les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron”. (4)
El islamismo nos habla de la entrega, la absoluta entrega al Absoluto. En el islam, la revelación nos señala la majestad de Dios, su omnipotencia, su omnisciencia que ocupa y desborda todo lo creado, que es fuente eterna de la cual todo surge y ante la cual la única posición humana posible es la de la entrega. Debemos desprendernos de lo temporal para entregarnos a lo Divino.
¡Haced el azalá! ¡Temedle! Es Él hacia Quien seréis congregados. Es Él Quien ha creado con un fin los cielos y la tierra. El día que dice: "¡Sé!", es. Su palabra es la Verdad. Suyo será el dominio el día que se toque la trompeta. El Conocedor de lo oculto y de lo patente. Él es el Sabio, el Bien Informado. (5)
Existen destellos de toda revelación en cada religión, pero al acercarnos a estas se hace evidente cual revelación custodia cada una. ¡Y hay tantas religiones que aún no he mencionado!, ¿qué revelación guardan?, ¿qué secreto vienen a contarnos?
Pero el sujeto se confunde, sin lograr entender la unidad de la cual toda revelación proviene, planta sobre esta su bandera religiosa y la rodea con altos muros desde cuyas torres los legalistas vigilan, negándole así su puesto en una única historia. La revelación, aislada del todo que la completa y la nutre, se empobrece.
Afirmaba Karl Rahner que el cristiano del futuro o será místico o no será nada. Si se entiende por mística, no unos fenómenos extraños parapsicológicos, sino una auténtica experiencia de Dios, que brota del centro de la existencia. Yo doy un paso más para afirmar que es el sujeto quien será místico o no será nada. La humanidad entera ha de hacer su viaje hacia ese misticismo desmitificado del que habla Rahner, el sujeto ha de acercarse a las palabras de los profetas y leer allí de Dios por sí mismo, sin intermediarios, para escuchar Su historia como Él quiso que fuera revelada.
Necesitamos una espiritualidad sin dogma. Cuando nos desnudamos de lo religioso, cuando no son ya el rito y la doctrina quienes marcan los límites de nuestra fe, permitimos que la mística nos destile al Amado, y así, en el silencio, removidos del ruido que la religión imprime, escucharemos el resto de la historia susurrada por la Divinidad en nuestro pecho: una revelación personal de la cual habremos de ser custodios.
(1) Poema precolombino
(2) Ieshaiá 43:1-3 (Tanaj)
(3) Bhagavad Gita 2,22-24
(4) Mateo 25:35-40
(5) Corán 6 71-73
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