CON LA HERIDA ABIERTA
- buscandoadiosps
- 15 ago 2024
- 2 Min. de lectura

Hace algunos meses, tras una publicación que hiciera en un grupo dedicado a la literatura en las redes sociales, alguien me comentaba: Al principio, cuando leí el primer ejemplo de esta secuencia de textos en tu blog, pensé, otra vez referencias religiosas, de estas que te cuelan una creencia en un espacio destinado a la literatura. El primer golpe de vista, así a voz de pronto. Mea culpa si me hubiera quedado en ese estadio. Por el contrario, tus planteamientos lo toman como una intertextualidad más, en un fondo mucho más amplio.
Sucede con frecuencia, tanto creyentes como no creyentes se acercan a textos con temáticas espirituales con un cierto prejuicio que los pone de entrada a la defensiva, como si tocaras una herida que duele y el lector reaccionara poniéndose en guardia. Cómo no recordar a mi amado Armando Rojas Guardia, que en su discurso de incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua reflexionaba al respecto diciendo:
Hace mucho tiempo que pienso que mi entera existencia se desenvuelve dentro de cuatro marginalidades interconectadas. Son marginalidades que la vida me ha impuesto, pero que, al asumirlas consciente y voluntariamente, han terminado por convertirse en opciones personales: ellas configuran una suerte de vocación que me pone al margen, en muchos sentidos, del tipo de sociedad en la que nací y del modelo civilizatorio que la caracteriza. En primer lugar, la marginalidad del cristiano: no es solamente la naturaleza intrínsecamente periférica de la opción cristiana (…), sino el hecho colateral, pero igualmente significativo, de que en Venezuela, para las élites intelectuales, el binomio semántico intelectual-cristiano resulta atípico, excéntrico. Esas élites intelectuales son, más que laicas, en verdad laicistas: no conciben que alguien pueda ser intelectual o artista y simultáneamente católico. De modo que al elegir el cristianismo católico como plataforma existencial y al escribir desde él, me coloco a mí mismo en un espacio intelectual y estético periférico.
Mas que un rechazo meramente intelectual, esa incomodidad como punto de partida ante la literatura con temática mística o espiritual me habla de una herida abierta que duele cuando la punzan. Y está bien que nos duela, pues, a fin de cuentas, estamos hablando de lo más sagrado del sujeto, sea cual sea la forma que este dé a esa sacralidad; y eso tan sagrado, que cada uno guarda con celo, tiene para cada cual, incluso para aquellos que lo niegan, una forma de estar, una medida, una manera de mostrarse única e individual a cada ser. Lo sagrado se nos convierte en herida abierta pues hay quien quiso decirnos que nuestra manera de estar en ello está mal, que nuestra sacralidad es obscena, absurda, incorrecta, que este tesoro que nos funda es indigno. Por ello vamos por la vida con una llaga abierta, dolorosa, tan sensible que un mínimo contacto quema.
* La imagen con la que he decidido acompañar esta publicación muestra un tazón reparado con la técnica Kintsukuroi, método japonés para restaurar piezas de cerámica o madera con laca dorada que, en vez de ocultar los desperfectos, los realza embelleciendo el objeto reparado.
Sanan sus heridas no sólo devolviéndoles utilidad, sino también otorgándoles belleza. Dichosos los que logren sanar y embellecer así sus heridas abiertas.
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