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Poesías completas de
San Juan de la Cruz
y comentarios en prosa a los poemas mayores
Editorial Aguilar
México, 1977
07
Poesías completas de San Juan de la Cruz
Tengo la fortuna de contar en mi biblioteca con dos libros que contienen la poesía completa de San Juan de la Cruz. Uno de ellos es un librito rojo que pertenece a una colección de clásicos de unos setenta ejemplares —heredados de la biblioteca de mi madre-— en donde el poeta comparte estantería con Mark Twain, Balzac y Unamuno entre otros.
Los años no han sido amables con mi pequeño libro, que fue ferozmente atacado por la polilla que llegó a devorar estrofas enteras del cántico espiritual. Aun así, es este el ejemplar al que normalmente recurro, pues a pesar de ser incómoda su lectura —por su pequeño formato— y de tener que lidiar con los rastros de la comilona, esta edición incluye los comentarios en prosa que hiciera San Juan de la Cruz a sus poemas, y que son para mí acompañante inseparable de sus magníficos versos, que a más de cuatro siglos de haber sido escritos siguen estremeciéndonos.
Leer a San Juan de la Cruz es oír a su espíritu, no al hombre, él no intenta pontificar o filosofar acerca de lo que encuentra cuando halla a Dios, se limita a entregarse a Él completamente, como un niño. Este hermoso abandono se palpa en su poesía y la hace íntima y pura —incorrupta por su humano pensamiento—, somos entonces testigos de ese lenguaje de la cámara nupcial del que habla Simone Weil, que es distinto al de la plaza pública, y es esta una diferencia clave que lo separa de los demás autores en esta lista, pues no tenemos que lidiar con egos ni complejos para encontrar a Dios entre sus líneas, le podemos ver de frente y sentir cuán difícil nos resulta sostener Su mirada.
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Leer a San Juan de la Cruz es oír a su espíritu, no al hombre, él no intenta pontificar o filosofar acerca de lo que encuentra cuando halla a Dios, se limita a entregarse a Él completamente...
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Es importante añadir que parte de la poesía de San Juan de la Cruz fue creada mientras estuvo prisionero en una pequeña celda bajo condiciones paupérrimas, y sin embargo, entregado por completo al objeto de su amor. Noche oscura, mi favorito entre sus poemas, nos habla de esa entrega total, sin miramientos, que nos expone a sufrir los pesares del camino estrecho, para que al final del recorrido, al experimentar la recompensa de tenerle más cerca, sepamos que al morir estamos renaciendo.
NOCHE OSCURA
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A escuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.