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Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística
Rafael Cadenas
Fondo editorial de humanidades
Universidad Central de Venezuela
Caracas, 1998
12
Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística
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Nunca lo infructuoso fue tan fructífero. Es la frase que viene a mi mente para resumir en una línea este regalo de Cadenas. El poeta nos cuenta que un amigo le pidió que escribiera un artículo sobre San Juan de la Cruz que necesitaba para un periódico, Cadenas, algo renuente, se pone manos a la obra y el ejercicio le demanda mucha relectura. El esfuerzo no resulta en el artículo solicitado, que Cadenas nunca escribe, sino en este cuaderno de bitácora cargado con las notas que tomara el autor en su preparación.
Son notas donde sobreabunda la honestidad, el poeta no pretende mostrarse como un espíritu elevado que comprende en carne propia la experiencia del místico –ni como alguien que se entrena para ello–, se acerca a él con la curiosidad de un simple mortal que admite no entender al santo, pero cuyo amor por el lenguaje le impide ignorar a este maestro de las letras que ni siquiera intenta serlo. Y es ese mirar a los místicos sin la venda de la adoración religiosa, sino como quien mira a uno más entre nosotros y es capaz de admirar sus logros tanto como de señalar sus fallas, lo que hace de este cuaderno de viaje una aproximación a San Juan de la Cruz original e interesante.
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...la experiencia mística es también esa simplicidad infantil de la que habla Jesús, que se deshace de toda presunción y solo acepta, cree, es, no intenta explicarse nada más allá del instante en el que se respira y tampoco se acompleja ni se aminora
Cadenas se acerca al místico con desconcierto, sin poder salvar la extrañeza que le causa su ascetismo, por ejemplo. A lo largo del libro le vemos hacerse preguntas en ese infructuoso proceso de intentar entender con su mente secretos que sólo le son revelados al espíritu, observamos así el reflejo de nuestra propia perplejidad cuestionando ¿Hay un secreto que nos es dado, que no descubrimos de manera natural? o, ¿es nuestro deseo de algo superior lo que desvaloriza nuestro vivir, impidiendo así la iluminación?
Pero no todo son preguntas sin respuestas, nos convertimos en testigos de cómo su exploración le ayuda a remover parte del velo, de la niebla que solo le permite ver un contorno, una silueta, una imagen borrosa, para comenzar a percibir que la experiencia mística es también esa simplicidad infantil de la que habla Jesús, que se deshace de toda presunción y solo acepta, cree, es, no intenta explicarse nada más allá del instante en el que se respira y tampoco se acompleja ni se aminora; en palabras de Cadenas: sin la experiencia mística todo queda en un nivel mental, sin soporte, sin encarnadura. El drama de aquellos que la anhelan consiste en lo difícil del requerimiento indefectible: todas las operaciones de la mente deben cesar.
No puedo terminar esta reseña sin resaltar que el poeta, es de esperarlo, también carga contra la religión, afirma que las religiones se han secado y lo único que puede vivificarlas es el misticismo, y con sus palabras nos llama a no perder la transcendencia del encuentro con Dios en una serie de ritos mecanizados y aburridos sermones, a no desperdiciar la oportunidad que se nos da a manos llenas, no de convertirnos en místicos e iluminados, o de transitar descalzos la noche oscura de San Juan de la Cruz, sino de, al menos, acercarnos a beber de aquel pozo de Agua Viva que tanto necesita nuestra sed.
Les dejo con su pensamiento.
En suma, casi todo lo que se entiende por religión no me parece religión. Tampoco yo lo sé; pero creo intuir lo que no es tal. ¿Acaso se necesita una piedra de toque especial para registrar la mentira?
Entre los fieles puede haber emoción, y la sentimos cuando está presente, pero ¿transfigura ella la vida? Esa emoción tiene valor, pero ¿es suficiente? Más importante sería una mayor conciencia en ellos sobre sí mismos –especialmente respecto a lo que Jung llama la sombra– que abriría el camino hacia mayores ahondamientos.
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