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Vida en el amor

Ernesto Cardenal

Prólogo de Thomas Merton

Editorial Trotta

Madrid, 2010

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Vida en el amor

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Si frente a mi biblioteca te preguntaras cual de aquellos libros fue de mi particular agrado, una manera fácil de averiguarlo, de saber si un libro excitó mi fibra y mi pensamiento, sería ojeándolo para ver cuan “rayado” está. Como termómetro de placer o controversia, la densidad de mis notas y subrayados te mostraría si sus palabras me fueron indiferentes o si comprometieron mi espíritu. Vida en el amor, de Ernesto Cardenal, es uno de los libros en los que la densidad y el contenido de mis notas te dejaría sin duda de cuan gustosa me resultó su lectura.

 

Cardenal lo escribe durante su tiempo en la abadía de Gethsemani (Kentucky, USA), cuando la vida de monasterio le da a su paso la lentitud necesaria para la meditación, no es este un libro de poesía, sino un ensayo centrado en la experiencia monacal de Cardenal. La lentitud del monje meditante se palpa en sus escritos, que revelan a un Dios profundo y simple. Pablo Antonio Cuadra describe esta experiencia diciendo: la trapa fue para Ernesto una escuela literaria porque es una escuela de amor. (…) en este libro lo que se advierte es la aparición de un ingrediente nuevo, misteriosamente presente y activo: una savia interna, vitalizadora e incandescente, que, desde la trapa en adelante, circulará en toda su poesía.

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...a pesar de ser este un libro corto, no debes caer en la tentación de leerlo de un tirón porque perderás el valor de saborearlo con tu alma y no solo con tu pensamiento, de permitirle ser puerta para entrar en ti a buscarle, y encontrarlo esperándote con los brazos abiertos.

 

Cuando Dios me llamó de nuevo a escribir, cuando me reclutó para este proyecto, el mensaje con el que insistía en mi corazón era: Dios es Amor. Mi adorada Joyce Meyer cuenta (con su siempre delicioso sentido del humor) que fue este también el mensaje que Dios quiso que ella usara en su primera prédica, y es este asimismo el que Dios susurra al oído de Cardenal cuando la lentitud del monasterio finalmente le rodea. No es coincidencia, hay en esta Verdad algo tan fundamental, tan básico –casi instintivo–, que siempre se nos escapa por nuestro empeño de intentar alcanzarlo con nuestra mente humana; por ello, lo esencial de este llamado continúa exigiéndonos que lo exploremos, que salgamos de nuevo hacia el exilio a intentar descubrir su médula vital, y qué mejor manera de hacerlo que de la mano de Ernesto Cardenal.

 

Y como guinda que adorna la deliciosa copa que nos ofrece el poeta, Thomas Merton prologa su libro y nos sirve de abreboca para un banquete en el que cada servicio nos invita a la meditación, a una lectura lenta; a pesar de ser este un libro corto, no debes caer en la tentación de leerlo de un tirón porque perderás el valor de saborearlo con tu espíritu y no solo con tu pensamiento, de permitirle ser puerta para entrar en ti a buscarle y encontrarlo esperándote con los brazos abiertos. Te recomiendo que lo leas de a poquito en el silencio, con la biblia a la mano y, sobre todo, con el corazón dispuesto.

 

Dios no nos ama en conjunto sino individualmente. (…) Eres una elección entre un infinito de posibilidades y el solo hecho de que eres es la mayor prueba de la predilección de Dios para ti.

 

Cada uno de nosotros es irremplazable, como un ejemplar único en una colección, porque Dios es un artista que no se repite ni se plagia. Ni una hoja se repite, ni se repiten las huellas digitales de una persona, y tampoco un alma se repite. Y aquella que se pierde, Dios no la repetirá en toda la eternidad y Dios sentirá esa pérdida eternamente. (…)

 

Dios es amor. Y es el amor despreciado. Ésta es la gran tragedia de Dios. Nosotros a veces lo vemos como tirano, exigiendo siempre más y más, pero no es más que el amor suplicando. ¡El Creador del universo mendigando tu amor!

 

Dios lo ama a uno como si no existieran más que dos seres en todo el cosmos: Dios y uno. Dios no necesita del hombre para ser feliz, pero ama al hombre como si fuera a ser eternamente infeliz sin el hombre. Aunque vivió toda la eternidad sin necesitar del hombre, se humilla como un esclavo por amor a nosotros (…).

 

A veces parece que Dios se ha olvidado de todo el universo y que solo quiere conversar con uno.

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