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Antología
Ernesto Cardenal
Cuadernos latinoamericanos
Buenos Aires, 1971
10
Antología - Ernesto Cardenal
Las dos casas más emblemáticas de mi infancia y adolescencia tuvieron el mismo nombre: Solentiname; nombre que despertaba la curiosidad de nuestros visitantes y confundía a nuestros carteros, y que era la manera que tenían mis padres de honrar al hermoso poeta cuyos libros abundaban en su biblioteca: Ernesto Cardenal. Es Solentiname el nombre del archipiélago donde este monje, revolucionario y poeta vivió y fundó una comunidad de pescadores y artistas.
En mis Solentinames, donde tampoco faltó la poesía, nuestros libros favoritos fueron severamente trajinados, y la antología de Ernesto Cardenal estuvo entre los más sufridos, aquellos que debieron pasar por la mesa de quirófano donde nuestras manos de encuadernadores inexpertos trataban de volverlos a la vida, para que siguieran alegrando las hogareñas veladas. Así, mi viejo y trajinado libro, que ahora luce una cubierta de yute hecha en casa, es uno de mis tesoros más preciados, porque en él se encuentran la poesía de un hombre que ama a Dios con profunda humildad y la labor de amor de aquellos que aprendimos a amarle a través de sus versos.
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La Palabra de Dios no solo vive, sino que quiere hablarte, contarte verdades que solo a ti incumben, acercarse a tu oído y transformarse en mensaje personal, cortado a la medida de tu angustia, ajustado al talle de tu necesidad.
Mi tesoro en cofre de yute contiene una magnífica selección de los poemas de Cardenal, incluyendo diez de sus salmos, donde vemos al poeta tomar prestados los cantos de David para darle sentido a su realidad (cuando Cardenal escribía estos versos la dinastía Somoza gobernaba Nicaragua), ¿y no es este un gran ejemplo de que la Palabra de Dios no está muerta, de que sus páginas palpitan, de que vida late en ella?
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La Palabra de Dios no solo vive, sino que quiere hablarte, contarte verdades que solo a ti incumben, acercarse a tu oído y transformarse en mensaje personal, cortado a la medida de tu angustia, ajustado al talle de tu necesidad. Aunque es el mismo mensaje que recibiera Abraham hace ya tanto años —y que continúa resonando como onda persistente que ignora las leyes de la física que predicen su desaparición—, es también una verdad que se amolda perfectamente al envase de nuestras dudas y confecciona una respuesta a medida. Leer los salmos de Ernesto Cardenal es observar ese milagro en acción, ser testigos de lo que es normalmente un momento de exquisita intimidad, un momento de dos, es ver al poeta regocijarse cuando recibe de la Palabra de Dios las respuestas.
Salmo 1
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gangsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado junto a una fuente